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Cascadas

DESCUBRE LA HISTORIA DE MIL CASCADAS

Un paraíso natural con raíces profundas y espíritu vivo.

Todo es mejor
si valoramos el origen

Nuestras raices

Mucho antes de que existiera un mapa con fronteras, esta tierra ya ofrecía lo esencial para la vida: agua, alimento y equilibrio.

La región Chontal —con sus tierras fértiles y sus yacimientos ocultos— fue un verdadero oasis para los pueblos originarios. Aunque lejos de lagos o lagunas, aquí brotaban manantiales, ríos subterráneos y cascadas que alimentaban la tierra y a quienes la habitaban.

Ese flujo constante de agua fue lo que permitió el cultivo, la vida comunitaria… y también la conexión espiritual con la naturaleza.

Entre sus joyas más preciadas estaban —y siguen estando— los baños de agua de borbollón, pequeñas piscinas naturales de agua cristalina que emergen del suelo como si la tierra misma respirara. Tibias en invierno, frescas en verano, y siempre listas para renovar el cuerpo y el alma.

Este no es un lugar turístico.
Es un territorio con alma.

Y por eso, cada paso que das aquí es una forma de regresar al origen.

¿Por qué se llama Mil Cascadas? 

Cuando llegas a este lugar y escuchas el sonido del agua cayendo desde todos lados, parece lógico el nombre… pero en realidad, tiene raíces mucho más profundas.

Hace cientos de años, este territorio era habitado por los pueblos Chontales. Su lengua era tan compleja y gutural, que cuando llegaron los españoles, simplemente no pudieron pronunciarla. Para evangelizar más fácilmente, los frailes impusieron el náhuatl, una lengua más “accesible” para ellos. Fue entonces cuando este lugar comenzó a llamarse: Xocohuéyatl.

¿El significado?
“Xocotl”, que quiere decir granada —por los frutos salvajes que crecían por toda la zona.
“Huéyatl”, que significa cascada grande o caudalosa.

Así nació este nombre tan peculiar:
Granadas y sus Mil Cascadas.

No se contaron una por una.
Fue una forma poética de describir lo que se sentía al estar aquí:
mil formas de caer, mil formas de fluir, mil formas de renacer.

Durante la guerra de Independencia y la Revolución, este lugar fue un paso obligado para las caravanas rebeldes. Un sitio para descansar, rehidratarse y recuperar fuerzas. Tal vez por eso, hasta hoy, Mil Cascadas sigue siendo eso mismo: un lugar que te reinicia.

Hoy, ese nombre se honra como un puente entre el pasado y el presente.
Y no necesitas hablar náhuatl para sentir lo que significa.

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Los ojos que descubrieron
"Mil Cascadas"

Antes de que Mil Cascadas tuviera nombre, ya había quienes podían ver su grandeza. Una de esas personas fue Sonya Michael Silverstone, una mujer adelantada a su tiempo, nacida en Portland, Oregón, en 1896. Judía, científica y apasionada por la biología, llegó a este rincón de Guerrero con la mirada curiosa de quien reconoce la vida en estado puro.

Junto a su esposo, Herschel Silverstone, adquirió estas tierras a mediados del siglo XX. En 1949, ya habitaban una residencia moderna diseñada por el despacho Anshen + Allen Architects, cuya visión arquitectónica buscaba convivir con la selva, no dominarla. La casa, vanguardista para su época, fue incluso retratada por la revista House Beautiful, con fotografías de Maynard Parker y comentarios de personalidades como Frances Heard y Elizabeth Gordon, quienes encontraron en este lugar un paraíso casi secreto.

Sonya no vino de paso. Fue registrada por el Servicio de Migración de México en 1949 con fines de residencia e investigación científica, lo que deja claro que este lugar la eligió tanto como ella a él. Amaba la tierra, su gente, la historia y los secretos escondidos entre las piedras y los árboles.

Su hogar se volvió un punto de encuentro para exploradores, investigadores y amigos que cruzaban fronteras solo por el privilegio de sumergirse en esta naturaleza viva. Su legado no es solo arquitectónico o científico: es emocional. Es una semilla sembrada en tierra fértil que aún da frutos.

Sonya falleció en San Francisco en 1953, a los 56 años. Herschel, en 1961. Pero quien recorra hoy este lugar, lo hará sobre sus huellas. Porque este pedazo de mundo tiene historia, memoria… y personas que supieron verla antes que todos.

Fuentes consultadas: Registro migratorio de Sonya Michael Silverstone expedido por el Consulado de México en Laredo, Texas (1949, Servicio de Migración #249205), archivo fotográfico informal de The Huntington Library, Art Museum and Botanical Gardens, y notas editoriales de la revista House Beautiful (circa 1950).

Este rincón ancestral, cargado de fuerza natural y belleza pura, sigue latiendo gracias al compromiso de la gente que lo cuida. Las Granadas y sus Mil Cascadas no son solo un paisaje: son el resultado de generaciones que han protegido su biodiversidad con respeto, amor y propósito. Aquí, la naturaleza no se domestica… se honra.

Paisaje Mil Cascadas

Mil Cascadas hoy:
Un eco-parque de aventura

Con el paso del tiempo, Las Granadas y sus Mil Cascadas han evolucionado, sumándose al movimiento de turismo consciente y sustentable. Hoy, este lugar se vive como un eco-parque de aventura, donde cada visitante no solo disfruta, sino también participa activamente en la conservación del entorno.

Más que un destino, es un espacio para reconectar con la Tierra, aprender, explorar y formar parte de algo más grande. Mil Cascadas no es solo su nombre actual: es la promesa de preservar lo que importa, de compartir con respeto y de inspirar un futuro donde la naturaleza siga siendo protagonista.

Camping Mil Cascadas
Visitante de Mil Cascadas
Rappel Mil Cascadas
Visitante mil cascadas con perro
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